Llega un momento en el que el suelo de casa está gastado o deslucido, pero la simple idea de emprender una reforma de esa envergadura nos produce dolores de cabeza. Sin embargo, hoy en día existen algunas opciones gracias a las que podremos renovar nuestro suelo sin tener que quitar el antiguo. Es decir, prescindiendo de los escombros, el polvo y todo lo demás.
El suelo vinílico es la principal de esas opciones. Para elegir el adecuado tendremos que valorar el estado del suelo antiguo. Siempre que se trate de una superficie sin imperfecciones, que esté nivelada y que no sea porosa, podremos instalar un suelo vinílico de lamas o losetas adhesivas. Si la superficie no está bien nivelada, se puede probar a instalar un suelo vinílico de lamas en click, que van encajando una en otra.
Otra de las opciones para cambiar de suelo es decantarse por uno de linóleo. Entre sus ventajas está que se trata de un material ecológico y biodegradable que además tiene una alta resistencia a la abrasión. Aunque debes saber que para que no pierda el brillo deberás pulirlo al menos una o dos veces al año.
También puedes optar por un suelo laminado o flotante. Se trata de tablones que pueden ser de un espesor variado y que resulta muy sencillo de instalar. Es un suelo que resulta económico y nos permite disfrutar de la calidez de la madera.
Si el suelo antiguo es cerámico puedes decantarte por una opción que está tomando bastante fuerza en la actualidad, el suelo de microcemento. Se trata de un tipo de suelo muy resistente y que requiere poco mantenimiento.
Por último, siempre que el suelo antiguo se encuentre en condiciones óptimas de nivelación y sin imperfecciones, podemos instalar moqueta. Se trata de una superficie cálida, que ha evolucionado mucho como material en los últimos años, resultando sencilla de limpiar y suave y cálida para caminar sobre ella.
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